Durante el período de la inmigración masiva del que la costa
del Río de la Plata fue protagonista singular por su historia portuaria, en las
tierras bajas de las islas y del monte costero muchos de los pioneros,
principalmente españoles e italianos cultivaron intensivamente sus "
quintas" de verduras, hortalizas, frutales y vides, aprovechando la cercanía
al mayor mercado consumidor del país: la ciudad de Buenos Aires.
La implantación de la vid americana (Vitis labrusca) bajo el
sistema de parral rápidamente se adaptó a las condiciones locales, dando como
resultado un vino diferente por su aroma frutado y sabor característico, que
sigue siendo en la actualidad reconocido por la población de la zona.
Por ejemplo, hasta mediados del siglo XIX varias
quintas cuyos territorios actualmente son parte del centro de la ciudad de
Buenos Aires eran productoras de vino, entre tales cabe destacar la de San
Benito de Palermo cuyos terrenos dieron lugar al populoso e hiperurbanizado
desde la segunda mitad del siglo XX barrio de Palermo y su anexo Parque Tres de
Febrero.
El presente
artículo desarrolla el resurgimiento de la producción y los fundamentos en base a la identidad de viñateros que lo
vuelven a producir y de consumidores que buscan en productos típicos principios de inclusión basados en la historia, la
naturaleza, tradiciones.
Recientemente en Argentina se empiezan a considerar iniciativas de desarrollo rural basadas en la valorización de
productos típicos. En este contexto, desde 1999, la participación de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales de la
UNLP ha permitido contribuir desde las funciones de enseñanza, investigación y extensión, al retorno del vino de la costa
como una alternativa económica y cultural en la región.
El caso del vino de la costa de Berisso es un buen
ejemplo para dar respuestas a la emergencia de
productos tradicionales o patrimoniales en tiempos de
globalización
Partimos del supuesto que la valorización de productos
agroalimentarios típicos o patrimoniales, tanto de
sus atributos intrínsecos como de los intangibles (que
devienen de las referencias identitarias, históricas y
territoriales), permiten dinamizar territorios, articulando
consumo y producción, con una lógica basada en la
especificación de los recursos técnicos locales
reconociendo a las culturas alimentarías locales.
Esta
categoría de alimentos retoma la noción de territorio
priorizando la construcción social y el vínculo con la
cultural local, dándole una profundidad histórica y
valorizando los saberes y aprendizajes sociales que le
dan un estatuto determinado a los productos.
Referencias teóricas movilizadas. Cuatro consideraciones justifican la necesidad de
análisis en este caso, tanto desde el punto de vista
científico, para la construcción de conocimiento en este
campo, como desde el punto de vista operacional, para
orientar las acciones de los diversos actores implicados
en los procesos de cambio en curso:
(1) los viñateros afirman su identidad en su oficio,
ciertos productos agroalimentarios resultantes, son
constructores de significados y se sostienen en
expectativas particulares y representaciones sociales;
(2) los consumidores buscan y acentúan a través de la
selección de determinados alimentos marcadores la
búsqueda de referencias identitarias;
(3) identidad y calidad mantienen relaciones complejas
y a veces contradictorias, ya sea porque ciertos
productos, que gozan de identidad territorial, no
cumplen con las exigencias sanitarias reglamentarias,
ya sea porque esos productos no se encuadran en las
normativas obligatorias y/o buenas prácticas, ya sea
por las imitaciones y fraudes que utilizan la identidad
territorial como argumento de venta para productos que
no la poseen.
(4) acción colectiva a nivel local y los estímulos
provenientes de instituciones públicas que generan
sinergias en el medio rural y urbano.
Palabras clave: productos típicos, identidad, desarrollo rural, territorio
continuará
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