martes, septiembre 01, 2020

HASTA SIEMPRE MAESTRO!!!

 

Para los muchos que tuvimos la suerte de cruzarnos con el gran Marcelo Pedemonte tenemos la tristeza de quedarnos sin su irreverente vocación de hacernos pensar de manera libre, sin ataduras ni medias tintas.

Perdemos su loca pasión por la arquitectura, el teatro y la poesía, que nos inculcó con su estilo único, desafiante, generoso.

Vamos a extrañar su amor por la docencia, que defendió hasta el final, casi siempre desde la incomodidad de quien interpela las convenciones.

Trataremos de honrar su legado alentando a los estudiantes a ser fieles con la irrefrenable potencia que se arraiga en las convicciones.

El taller que lo vio enamorar a generaciones de estudiantes con la Arquitectura "a pura prepotencia de dibujo" lo despide con mucho orgullo.

Arriba gran Marcelo, salud y buen viaje
Equipo Cátedra Pedemonte

jueves, diciembre 12, 2019

La Plata la vecindad en la diag 74










Los  esperamos  en la  108

lunes, noviembre 04, 2019

Relevamientos / Revelamientos








lunes, octubre 21, 2019

Manzana

Manzana
La mza es misma es una unidad, una mini ciudad .Tiene confín tiene limite definido por el surco la calle al repetirse va creando tejido
Cada MZA alberga Sueños hechos acciones es protagonista de historias de vida abrazando la intimidad de las personas que la habitan
Cada unidad tiene un corazón que simboliza la plaza :el pulmon de mza




la generacion del 80

La  generación del 80  (siglo XIX)
Presidencia de julio  A  Roca gobernador  de la  provincias de  BS AS  Dardo  Rocha

La preponderancia de esta generación, su influencia en los acontecimientos políticos y económicos :

Pos conquista del desierto

La tierra, la gran propiedad (latifundios).

· a colonización, ligada fundamentalmente a la producción agrícola.

· a inmigración, fuente de la mano de obra necesaria para una economía exportadora;

· La dependencia comercial de los intereses británicos que produce el crecimiento del país hacia fuera.

· El monopolio político ejercido por el gobierno de la elite.


Después del fracaso del alzamiento porteño de 1880, que obligó a la Provincia a entregar su capital histórico "su alma, su cabeza, su brazo", dirá Saldias, las autoridades surgidas de ese episodio se dispusieron a reparar la tremenda perdida, rápidamente, sin lamentaciones ni nostalgias.
Cinco años bastaron para que el fenómeno de la nueva sede bonaerense empezara a llamar la atención de la opinión mundial. Se la comparaba con Washington, nacida también después de una meditada decisión política destinada a afianzar el sistema federal.
La Plata era, sobre todo, el mejor ejemplo de la capacidad creadora de los argentinos.
Moderna en su concepción urbanística, distinta en las características de su sociedad, exenta de las tradiciones hispánicas que pesaban sobre las otras ciudades del país.
Resumía el espíritu "positivo" del siglo y el optimismo dispendioso de la década del 80. "Me voy para La Plata/ la nueva capital/ que allí se gana mucho/ con poco trabajar..." Esta copla entonada por la legión de empleados públicos y albañiles italianos que fueron sus primeros habitantes, refleja aquella ciudad prodigiosa, surgida como por encantamiento del suelo pampeano.
La ciudad de Buenos Aires había sido la capital del virreinato del Río de La Plata y la sede de los gobiernos patrios. Fue confirmada como cabeza de la República por la Constitución de 1853, pero los porteños rechazaron esta imposición: no querían ceder su ciudad, su aduana, sus rentas.
El punto fue uno de los temas conflictivos que provocaron la separación de la Provincia de Buenos Aires del resto de la Confederación. Después de Pavón (1860) se llegó a un compromiso: el gobierno nacional permanecería en la ciudad porteña a título de "huésped", y la Provincia de Buenos Aires sería la anfitriona.
La situación se prolongó a lo largo de las presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda. Al ser vencida la insurrección de Tejedor contra la triunfante candidatura de Roca, el nuevo presidente aprovechó para terminar con el histórico problema: el Congreso sancionó la Ley de capitalización de Buenos Aires, y la Legislatura bonaerense no tuvo otro camino que ceder el ejido de la ciudad a la Nación.
El Dr Dardo Rocha fue investido como Gobernador de la Provincia, el 1 de Mayo de 1881, y dijo en su discurso "Debemos esperar que en un breve tiempo levantemos una ciudad populosa y floreciente que, para las necesidades administrativas y políticas, reemplace en cuanto sea posible a la antiguacapital". Se formaron dos comisiones que tuvieron a su cargo la elección del lugar apropiado para levantar la nueva capital.
Finalmente, luego de rechazar varios lugares, se eligió el partido de Ensenada, cercana a la boca del Río de La Plata y conectado con Buenos Aires a través del ferrocarril. Reunía las condiciones condiciones ideales.

Eso sí, era preciso fundar una ciudad desde sus cimientos, porque el sitio no era otra cosa que montes, lomas y bañados, recorridos por liebres, perdices y vizcachas, que servían de pastoreo a las haciendas de las estancias cercanas.
Los únicos habitantes de esas extensiones eran los puesteros de Martín Iraola y los pobladores de Tolosa, una pequeña localidad de 7.000 habitantes, fundada en el año 1871.
Entre marzo y abril de 1882, la Legislatura de Buenos Aires consideró el tema de la nueva capital, que recibió entonces su nombre definitivo, La Plata. Muchas críticas y polémicas en los periódicos porteños; Sarmiento salió a la palestra vaticinando sombríos pronósticos.
Entretanto sin hacer mucho caso a estos y otros desdenes, las autoridades provinciales habían fijado fecha para la fundación.
Sería el 19 de noviembre, fiesta de San Ponciano, Patrono de la ciudad. La piedra fundamental debía colocarse en una urna que sería enterrada en el centro de lo que habría de ser, con el tiempo, la plaza principal.
Ante todo faltó el padrino, el Presidente de la Nación, Gral.Roca quien se hizo representar por el Ministro Victorino de la Plaza.

La estructura levantada en la plaza, que los fotógrafos recogieron para la historia estaba constituida por palcos, arcos triunfales y leyendas como "Paz y Libertad"; "Orden y Progreso"; "Vías de Comunicación y Vida Municipal"; "Educación común y sufragio libre"; "No basta odiar la tiranía, es necesario amar la libertad".


Y así empezó la "ciudad milagro". A fines de 1884 los poderes públicos de la provincia se instalaron en La Plata.
Los edificios estaban a medio terminar y los muebles fueron ubicados como se pudo, probablemente, el apuro se debía a presiones del gobierno nacional, cuyo titular no compartía las aspiraciones presidenciales de Dardo Rocha.



La nueva capital bonaerense fue un auténtico prodigio edilicio, urbanístico y demográfico. En 1882 tenía 7.000 habitantes; para el centenario, su población ascendía a 100.000 almas.
El impulso con que había surgido la ciudad se debió a varios factores, entre ellos, la premura con que se abrieron los concursos internacionales para proyectar los edificios públicos.
El carácter monumental que se infundiría a la ciudad, la preocupación por los espacios verdes, las calles anchas, las plazas numerosas y el trazado original, susceptible de ensancharse o prolongarse como en las exigencias higiénicas del proyecto, evidenciadas en el requisito de que el diseño brindara facilidades para la limpieza diaria, la extracción de residuos y la provisión de agua.
Mientras se iba convirtiendo en realidad, La Plata cobraba dimensión y vida propia, a pesar de haber nacido sin infancia previa.
Comenzó a tener conciencia cultural y a elaborar su leyenda. Hacia fines del siglo pasado, la ciudad ya era una sólida realidad urbanística, política y económica.Tenía una sociedad propia, orgullosa de su radicación, que se jactaba de sus calles iluminadas con electricidad y de su Teatro Argentino.
Una sociedad nueva sin la carga de tradiciones anteriores que hicieran difícil su fluidez, en la que se destacaban algunos hombres que le daban lustre como Pedro B. Palacios (Almafuerte) o, años más tarde el novelista Benito Lynch.
Una comunidad que incluso podía alimentar su memoria con hechos de armas, como los que ocurrieron en 1893, cuando la revolución organizada por Hipólito Irigoyen ocupó el gobierno por unos pocos días.
Así, ennoblecido por los tilos y refrescado por el hermoso bosque el paisaje urbano de La Plata tenía características únicas en el conjunto de las ciudades argentinas.




 EL Trazado
Se refiere a la resultante espacial
surgida de la subdivisión del territorio
con fines económico administrativos,
a partir de la relación que se
establece entre el poder público y
privado, y en función de tradiciones
formales, técnicas y culturales de
cada período histórico.



TRAZADO LA PLATA 


Las características principales del trazado son:

Definición de los límites de la ciudad en
 la forma de un cuadrado, a través de un boulevard de circunvalación perimetral, que incluye una franja de espacio verde.

Una trama de calles ortogonales, con inclusión de una avenida - boulevard cada seis cuadras, con la superposición de una trama de diagonales.

se ubican las plazas.

Un eje cívico, que es a la vez eje de simetría de la composición, sobre el que se implantan los edificios públicos principales.

Los remates del eje serían una terminal ferroviaria en un extremo y el puerto en el otro. Dos ejes secundarios, transversales al anterior, donde se ubican edificios ministeriales y otros edificios públicos importantes.

Un amanzanamiento regular, conformado por un módulo cuadrado de 120 x 120 metros.

A partir de las avenidas 44 y 60 las manzanas reducen progresivamente su ancho a medida que se aproximan al eje cívico, hasta los 60 metros, a efectos de absorber el mayor caudal circulatorio que se produciría en sentido axial.



ST

sábado, octubre 12, 2019